La mitad del dolor de los enfermos renales se puede evitar

Un paciente en diálisis.

Un estudio demuestra que no hacen falta nuevos fármacos, sino aplicar bien los que hay

El dolor es el primer síntoma que refieren las personas con una enfermedad renal. “Es en las piernas, en la espalda”, dice Roberto Martín, director médico de la Fundación Íñigo Álvarez de Toledo. “Pero también a veces la diálisis produce alteraciones en los huesos, y eso puede llevar a un dolor crónico”. La buena noticia para ellos —aunque lleva una carga de crítica importante para el sistema sanitario— es que la fundación ha hecho un estudio en el que ha demostrado que la mitad de las personas dejan de referir después de un periodo de formación a los profesionales que les atienden.
El trabajo se ha hecho con 250 pacientes, de los cuales 101 presentaban algún grado de dolor al inicio del programa. La media de edad de los voluntarios fue de 65 años (154 hombres y 98 mujeres). No se les ofrecieron tratamientos nuevos. Simplemente, “los profesionales de los centros recibieron formación sobre cómo evaluar el dolor y cómo manejar la analgesia”, explica Martín. Después de ello, el 51,4% de los pacientes que tenían dolor dejaron de sufrirlo, y, para la otra mitad, su dolor es menor. El trabajo se ha presentado en el Congreso de la Sociedad Española de Nefrología y ha se expondrá en el americano de noviembre.
“El problema es que, menos en paliativos, el tratamiento del dolor es escaso en España”, dice el director del estudio. “Los médicos tienen demasiado respeto a la utilización de opiáceos”, añade.
“Lo fundamental es que los profesionales sepan valorar bien el dolor”, dice la psicóloga clínica Maite Marín, del Grupo de Apoyo al Paciente de la fundación. “Es cierto que es un síntoma que no se puede medir con un aparato, pero eso no quiere decir que no se pueda determinar”, añade. Por eso “la formación en nociones básicas sobre cómo valorar el dolor es fundamental”.
Además, Marín insiste en que no todo es cuestión de aumentar la analgesia. “El dolor es multifactorial, y a veces hay que coadyuvar a los calmantes con otros fármacos, como los ansiolíticos. La relación entre ansiedad y dolor es muy intensa”, apunta. Así que no es solo cuestión de medicar; el apoyo psicológico es básico. “El dolor no va solo; cuando es bajo se tiene menos afectación psicológica”. Para conseguir mejorar la calidad de vida de los pacientes y que sufran menos, “basta con aplicar bien lo que ya hay”, remacha Martín.

Fuente:. El Pais

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