En Estados Unidos
Nueva definición de la ERC eleva el número de enfermos
La definición de la enfermedad renal crónica, adoptada en 2012, abre el abanico de potenciales enfermos. Los expertos advierten de los riesgos del sobrediagnóstico.
Redacción | 31/07/2013 00:00
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En el año 2002, se introdujo un nuevo esquema que define y clasifica la enfermedad renal crónica (ERC) como la presencia de daño renal o disminución de la función renal durante tres o más meses, independientemente de la causa, y se basa en gran parte en controles analíticos. En 2012 se adaptó finalmente, pero algunos doctores se muestran preocupados porque a raiz de esta nueva definición, uno de cada ocho adultos (casi el 14 por ciento) en Estados Unidos padece esta enfermedad, y uno de cada seis en Australia. Antes del esquema propuesto en 2002, se estimaba que el 1,7 por ciento padecía ERC.
Los defensores de este nuevo concepto aseguran que la “detección precoz puede ayudar a prevenir la progresión de la ERC”. Sin embargo, a pesar del exagerado número de personas catalogadas como enfermas, las bajas tasas de fallos renales sugieren que muchas de los diagnosticados nunca desarrollarán la enfermedad de forma grave.
Los autores apuntan que esto es lo que causa el sobrediagnóstico, y señalan los posibles efectos psicológicos que puede provocar una categoría diagnóstica de la enfermedad, así como los costes, las continuas evaluaciones, pruebas y tratamientos potencialmente innecesarios. En este sentido, tanto los beneficios como los riesgos, “necesitan ser establecidos por estudios prospectivos”.
El investigador australiano Ray Moynihan y su equipo abogan por un replanteamiento de la definición e instan a los médicos clínicos a ser cautos a la hora de etiquetar a los pacientes, particularmente a la gente mayor.
Los defensores de este nuevo concepto aseguran que la “detección precoz puede ayudar a prevenir la progresión de la ERC”. Sin embargo, a pesar del exagerado número de personas catalogadas como enfermas, las bajas tasas de fallos renales sugieren que muchas de los diagnosticados nunca desarrollarán la enfermedad de forma grave.
Los autores apuntan que esto es lo que causa el sobrediagnóstico, y señalan los posibles efectos psicológicos que puede provocar una categoría diagnóstica de la enfermedad, así como los costes, las continuas evaluaciones, pruebas y tratamientos potencialmente innecesarios. En este sentido, tanto los beneficios como los riesgos, “necesitan ser establecidos por estudios prospectivos”.
El investigador australiano Ray Moynihan y su equipo abogan por un replanteamiento de la definición e instan a los médicos clínicos a ser cautos a la hora de etiquetar a los pacientes, particularmente a la gente mayor.