Rafael Matesanz, creador y director actual de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), expuso hace un par de días en una conferencia en el CSIC las claves del éxito de un sistema que envidian todos los países del mundo. Las claves de esa excelencia se pueden resumir en pocas líneas: La primera es la solidaridad de nuestra sociedad. El porcentaje de familiares de posibles donantes que niegan la cesión de sus órganos es cada vez más bajo. La segunda -y que ha elevado muy significativamente el número de implantes- ha sido la generalización de la figura del coordinador en todos los hospitales que trasplantan. La mayoría de las veces la misión de sentarse frente a una familia para solicitar los órganos de un ser querido que acaba de fallecer corresponde a un intensivista. Los especialistas de la Unidad de Cuidados Intensivos donde fallece el donante (que además han sido formados precisamente en la función de coordinar esa función) están contribuyendo de forma decisiva a elevar año a año las estadísticas del trasplante en España.

La tercera circunstancia que nos pone en cabeza mundial es la gran organización que se mueve en cuanto se conoce que existe un posible donante en cualquier hospital español. Sistemas informáticos, localización de potenciales receptores, equipos quirúrgicos que se ponen en marcha, aviones para trasladar rápidamente a cirujanos y órganos extraídos, Policía…

Los trasplantes no sólo evitan muertes y aportan calidad de vida a los pacientes. Además son rentables. Lo dicen claramente todos los economistas de la salud.