«Es emocionante vivir con un riñón de alguien a quien no conozco»

LA MAGIA DEL DONANTE

«Es emocionante vivir con un riñón de alguien a quien no conozco»

Los eibartarras Mertxe y Mikel son la pareja vasca del primer triple trasplante renal entre vivos en Euskadi

16.09.13 – 00:01 –

JUANMA VELASCO | SAN SEBASTIÁN

La que sigue a continuación es una historia de solidaridad entre desconocidos y de buen hacer médico. Mertxe, una eibartarra de 53 años, vive desde hace tres meses con un riñón donado por una mujer andaluza a quien no conoce. «Es emocionante. Sólo de pensar en ello se me ponen los pelos de punta», cuenta esta madre de una joven de 23 años. Pero el relato no termina aquí. Nada de lo que le ha ocurrido en los últimos meses hubiera sido posible si no es por el gesto de su marido Mikel, de 53 años, que ha donado un riñón para mejorar la calidad de vida de un enfermo renal catalán, a quien tampoco conoce. «Es como si indirectamente le hubiera donado a mi mujer. Estoy súper satisfecho de haber dado vida. Es un honor», afirma con rotundidad. Desde hace tres meses, este matrimonio de Eibar está unido de por vida a otras dos parejas que viven a cientos de kilómetros de distancia.
Pero no se conocen entre ellos. No en vano, Mertxe Álvarez y Mikel Urzuriaga han participado como paciente y donante en el primer triple trasplante cruzado de riñón entre donantes vivos que se realiza en Euskadi. «Ha sido una experiencia inolvidable. Nosotros hasta ahora no habíamos oído hablar de que en medicina existiera algo así», reconocen. Ahora ya lo saben.
La operación tuvo lugar el pasado 21 de mayo, de forma simultánea en tres hospitales distintos: Cruces, Bellvitge (Hospitalet de Llobregat) y Virgen del Rocío (Sevilla). Participaron tres parejas de enfermos y donantes. Cada paciente recibió un riñón de un familiar de otro enfermo a quien no conoce y que, aunque lo desea, no puede donar directamente su órgano a su ser querido por ser incompatible. Paradojas de la vida, entre los desconocidos, en cambio, sí hay coincidencias para que el trasplante sea exitoso. Así, Mikel donó su riñón izquierdo a un paciente catalán, cuya pareja donó el suyo a otro enfermo andaluz, cuya mujer finalmente donó su riñón a Mertxe, la pareja de Mikel. En total, tres trasplantes y tres donaciones en cadena.
Tres meses y pico después, ya recuperados de las intervenciones, la pareja eibartarra ha querido compartir la experiencia vivida. «Primero tengo que agradecer el gesto de mi marido, porque si él no hubiera decidido donar su riñón nada hubiera sido posible. Gracias al riñón de Mikel yo sigo adelante. Eso sí, si tuviera la oportunidad de conocer a la mujer de Sevilla que me donó a mí también se lo agradecería. De hecho, les vimos por televisión y parecían más jóvenes que nosotros», cuenta Mertxe, a quien desde que tiene un riñón andaluz le hacen algún que otro chiste. «Mis amigos me han hecho un fotomontaje vestida de sevillana. Si me pongo a pensar, es una sensación rara tener el riñón de una persona que no conozco». Por su parte, el riñón izquierdo de Mikel ayuda a vivir a un catalán, a quien le gustaría conocer «para compartir la experiencia vivida. Yo tengo una satisfacción en el cuerpo que no tiene cabida», asegura este matricero, empleado en un taller de inyecciones de plástico.
A partir de unas anginas
Pero la causa que ha llevado a esta pareja de Eibar a participar en un triple trasplante cruzado entre vivos se remonta veinte años atrás. Mertxe empezó en 1992 con las primeras señales de la glomerulonefritis que padece, una enfermedad renal en la cual la parte de los riñones que ayuda a filtrar los desechos y líquidos de la sangre se daña. «Me dieron antibióticos para unas anginas y empecé a orinar sangre. Todos los años me hacían revisiones y los análisis iban normal. Me decían que los riñones funcionaban bien», explica la eibartarra. Pero la dolencia ofreció su lado más virulento hace año y medio. «En mayo de 2012 empecé a estar muy mal. Me dijeron que la enfermedad estaba avanzando, que los análisis estaban empeorando y eso significaba que los riñones estaban dejando de funcionar».
Su tratamiento se trasladó de Zumarraga al Hospital Donostia. «Allí me explicaron todo lo que me esperaba. Como los riñones iban a dejar de funcionar –relata–, las posibilidades que se me abrían eran la diálisis para seguir viviendo más o menos normal, o el trasplante de cadá ver, ya que una vez que entras en diálisis te ponen en lista de espera».
También les hablaron del programa de trasplante de donante vivo. «Me dijeron que lo explicara en casa, porque como yo era joven podía tener la posibilidad de encontrar un donante entre mis familiares. Ahora hay menos accidentes de tráfico y las posibilidades de donante cadáver son menores», explica. Mertxe planteó el asunto en casa y todo fueron pasos al frente. «Todos estaban dispuestos. Mis dos hermanas, mi marido, mi hija Garazi»…
Para entonces, Mertxe ya había empezado la diálisis. Tanto Mikel como las hermanas de Mertxe se realizaron las pruebas para aspirar a donarle un órgano. Pero no hubo suerte. En ninguno de los casos se hallaron compatibilidades.
A finales de 2012, en Cruces les hablaron de la posibilidad del trasplante cruzado entre vivos. «Cuando nos lo contó nos sonó muy raro», asegura Mertxe. «Nos extrañaba que hubiera esas nuevas formas, entre desconocidos, pero lo aceptamos al momento», añade Mikel.
Las hermanas de Mertxe también dieron su aprobación, pero finalmente el elegido fue Mikel. Los datos de la pareja se introdujeron el pasado 4 de marzo en un registro nacional de trasplantes cruzados. A las pocas semanas llegó la coincidencia. Mertxe estaba sola en casa cuando sonó el teléfono. «Me acuerdo perfectamente. Era mediodía y estaba en la cocina. Me llamaron de Cruces y me quedé callada escuchando lo que decían», recuerda. Cuando colgó, habló con su hija y su marido Mikel. «Les dije que estaba tan atontada escuchando que ya no sabía lo que me habían dicho, algo como que iba a ser el pri-mer trasplante de este tipo en Euskadi», cuenta. Posteriormente le dijeron la fecha. Primero se fijó el 15 de mayo, pero luego se atrasó al 21. Restaban más pruebas hasta la operación. Mikel pasó por el urólogo, donde se decidió que iba a donar el riñón izquierdo; por el psiquiatra, para ver que «tenía todas mis facultades»; y por el juzgado, para firmar que «no cedía el órgano bajo presión»….
«¡Menudos nervios!»
Y llegó el día de la operación. La cita era en Cruces a las 7.30 horas. Entraron juntos al hospital, pero pronto tuvieron que despedirse. «No recuerdo qué nos dijimos. ¡Menudos nervios tenía yo!», dice Mertxe. Les esperaban quirófanos diferentes. Como ellos, otras dos parejas eran un manojo de nervios viviendo la misma experiencia, a cientos de kilómetros en hospitales de Sevilla y Hospitalet de Llobregat. La intervención fue exitosa, pero la pareja no pudo verse el primer día.
«Me dijeron que todo había ido bien y me quedé tranquilo», reitera Mikel, que no duda en levantarse la camiseta para mostrar las cicatrices. El nuevo riñón de su mujer comenzó a funcionar a las mil maravillas, pero le esperaban 20 días de dolor y convalecencia en Cruces. «Los primeros días no paraba de darle al botón de la morfina para tratar de calmar el dolor que me causaba un hematoma», cuenta. Cuando parecía que los dolores se apaciguaban, apareció el fantasma del rechazo del órgano. «Los anticuerpos atacaban el riñón nuevo, moralmente y físicamente estaba fatal. Mi cabeza le daba vueltas a si iba a salir o no de esta», recuerda Mertxe. Finalmente, el tratamiento y la medicación inmunosupresora lograron que su cuerpo aceptara el nuevo órgano.
A los 20 días de la operación, Mertxe volvió a casa, aunque tiene controles periódicos en Cruces. «Hago vida normal. Estoy mejor que antes de la operación, porque yo llegué a caminar como una viejita… Si todo va bien, porque en estos casos nunca se sabe, no tendré que volver nunca más a diálisis», afirma.
Pasados tres meses del triple trasplante del que fueron protagonistas, todo son agradecimientos, a los profesionales de Cruces, de quienes recibieron «un trato exquisito», y a los familiares y amigos: «Nos hemos visto muy arropados. Pensamos que hemos tomado parte en un ejemplo de solidaridad entre desconocidos. No tengo palabras para describir todo lo que hemos vivido. Que Mikel donara a un desconocido y que yo lleve el riñón de una persona que no conozco es emocionante», sentencia.

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