Insuficiencia renal

La insuficiencia renal es una alteración de la función de los riñones en la cual éstos son incapaces de excretar las sustancias tóxicas del organismo de forma adecuada. Las causas de la insuficiencia renal son diversas; algunas conducen a una rápida disminución de la función renal (insuficiencia renal aguda), mientras que otras conducen a una disminución gradual de dicha función (insuficiencia renal crónica).

Insuficiencia renal aguda

La insuficiencia renal aguda es una rápida disminución de la capacidad de los riñones para eliminar las sustancias tóxicas de la sangre, llevando a una acumulación de productos metabólicos de desecho en la sangre, como la urea.
La causa de una insuficiencia renal aguda puede ser cualquier afección que disminuya el aporte de flujo sanguíneo hacia los riñones, que obstruya el flujo de la orina que sale de los mismos o que lesione los riñones. Diversas sustancias tóxicas pueden lesionar los riñones, como fármacos, tóxicos, cristales que precipitan en la orina y anticuerpos dirigidos contra los riñones.
Principales causas de insuficiencia renal aguda

Problema Causas posible
Suministro insuficiente de sangre a los riñones
  • Sangre insuficiente debido a una pérdida, deshidratación o lesiones físicas que obstruye los vasos sanguíneos
  • Bombeo cardíaco demasiado débil (insuficiencia cardíaca)
  • Hipotensión arterial extrema (shock)
  • Síndrome insuficiencia hepática (hepatorrenal)
Obstrucción del flujo de orina
  • Dilatación de la próstata
  • Tumor que presiona sobre el tracto urinario
Lesiones dentro de los riñones
  • Reacciones alérgicas (por ejemplo, a las sustancias radiopacas utilizadas para las imágenes (radiofráficas)
  • Sustancias tóxicas
  • Trastornos que afectan las unidades filtrantes (nefrones) de los riñones.
  • Arterias o venas obstruidas dentro de los riñones
  • Cristales, proteínas u otras sustancias en los riñones

Síntomas y diagnóstico

Los síntomas dependen de la gravedad de la insuficiencia renal, de la concentración de iones y de la causa subyacente.
El cuadro que conduce a la lesión renal a menudo produce síntomas graves que no tienen relación con los riñones. Por ejemplo, antes de la insuficiencia renal puede manifestarse fiebre elevada, shock, insuficiencia cardíaca e insuficiencia hepática, circunstancias que pueden ser más graves que cualquiera de los síntomas provocados por la propia insuficiencia renal. Algunas de las situaciones que causan la insuficiencia renal aguda también afectan a otras partes del organismo. Por ejemplo, la granulomatosis de Wegener, que lesiona los vasos sanguíneos en los riñones, puede dañar también los vasos sanguíneos de los pulmones y producir hemoptisis, es decir, tos sanguinolenta. Las erupciones cutáneas son características de algunas causas de insuficiencia renal aguda, como la poliarteritis, el lupus eritematoso sistémico y algunos medicamentos tóxicos.
La hidronefrosis puede provocar insuficiencia renal aguda debido a la obstrucción del flujo de orina. El reflujo de la orina al interior de los riñones hace que la zona de recolección (pelvis renal) se dilate, produciendo un dolor que varía de leve a muy agudo, por lo general en el costado. Alrededor del 10 por ciento de las personas presentan sangre en la orina.
La insuficiencia renal aguda se sospecha cuando disminuye el volumen de producción de orina. Los análisis de sangre que determinan las concentraciones de creatinina y de nitrógeno ureico (urea) en la sangre (productos de desecho presentes en la sangre que normalmente son eliminados por los riñones) contribuyen a ratificar el diagnóstico. Un aumento progresivo de la creatinina indica insuficiencia renal aguda.
Durante el examen clínico, el médico explora los riñones para determinar si están agrandados o si duelen al tacto. Un estrechamiento de la arteria principal que va al riñón puede producir un ruido como de corriente (murmullo), que se puede escuchar cuando se coloca un fonendoscopio en la espalda encima de los riñones.
Cuando se detecta una vejiga aumentada de tamaño, el médico puede introducir un catéter en la misma para averiguar si está demasiado llena de orina. Especialmente en las personas de edad avanzada, el flujo de orina por lo general se obstruye a la salida de la vejiga (la abertura de la misma hacia la uretra). Como consecuencia, la vejiga aumenta de tamaño y la orina refluye, lesionando los riñones. Cuando se sospecha una obstrucción, se practica un examen del recto o de la vagina, según el caso, para determinar si una masa está causando la obstrucción en cualquiera de dichas zonas.
Análisis de laboratorio pueden ayudar a indicar con toda precisión la causa de la insuficiencia renal y la gravedad de la misma. En primer lugar, se examina la orina a fondo. Si la causa de la insuficiencia renal es un inadecuado aporte sanguíneo o una obstrucción urinaria, generalmente la orina es normal. Pero cuando se trata de un problema interno de los riñones, puede contener sangre o aglomerados de glóbulos rojos y blancos. La orina puede también contener grandes cantidades de proteínas o de tipos de proteínas que normalmente no están presentes en ella.
Los análisis de sangre detectan valores anormalmente elevados de urea y creatinina y desequilibrios metabólicos, como acidez anormal (acidosis), una concentración elevada de potasio (hipopotasemia) y una baja concentración de sodio (hiponatremia).
Los estudios de los riñones con pruebas de imagen son muy útiles, ya sea la ecografía o la tomografía axial computadorizada (TC). Se pueden realizar estudios con rayos X de las arterias o de las venas renales (angiografía), cuando la obstrucción de los vasos sanguíneos sea la causa probable. Cuando se sospeche que las sustancias radiopacas utilizadas en los estudios radiográficos entrañan demasiado riesgo, se puede realizar una resonancia magnética nuclear (RM). Si dichos estudios no revelan la causa de la insuficiencia renal, puede ser necesario practicar una biopsia.

Tratamiento

La insuficiencia renal aguda y sus complicaciones inmediatas a menudo se pueden tratar con éxito. El índice de supervivencia es variable, y oscila desde menos del 50 por ciento para los que sufren insuficiencia de varios órganos, hasta cerca del 90 por ciento para aquellos con disminución del flujo de sangre a los riñones causada por la pérdida de líquidos corporales, producida por una hemorragia, vómitos o diarrea.
Con frecuencia, lo único que se requiere para que los riñones puedan curar por sí mismos es un tratamiento simple pero meticuloso. El consumo de agua se limita a reemplazar el volumen perdido por el organismo. Se mide diariamente el peso corpóreo para controlar el consumo de agua. Cuando el peso aumenta de un día para otro significa que se está tomando demasiado líquido. Además de alimentos con glucosa o con hidratos de carbono altamente concentrados, para mantener los valores apropiados de proteínas se administran por vía oral o endovenosa ciertos aminoácidos (que son los componentes que van a constituir las proteínas). Se debe limitar estrictamente el consumo de todas las sustancias que se eliminan a través de los riñones, incluyendo varios fármacos como la digoxina y algunos antibióticos. Dada la capacidad que tienen los antiácidos, que contienen aluminio, de adherirse al fósforo en el intestino, estos antiácidos se pueden suministrar para prevenir que el valor sanguíneo del fósforo aumente demasiado. A veces se administra sulfonato de polistireno sódico por vía oral o rectal, para tratar una concentración elevada de potasio en sangre.
La insuficiencia renal puede llegar a ser tan severa que la diálisis se vuelve imprescindible para prevenir graves daños a otros órganos y para controlar los síntomas. En estos casos, la diálisis se comienza lo más pronto posible una vez efectuado el diagnóstico. La diálisis puede requerirse sólo temporalmente como ayuda hasta que los riñones recuperen su funcionamiento, lo que habitualmente puede tardar varios días o semanas. Por otra parte, si los riñones están demasiado lesionados como para recuperarse, la diálisis puede necesitarse para siempre, a menos que se efectúe un trasplante de riñón.

Insuficiencia renal crónica

La insuficiencia renal crónica es una lenta y progresiva disminución de la función renal que evoluciona hacia la acumulación de productos metabólicos de desecho en la sangre (azoemia o uremia).
Las lesiones producidas en los riñones, por muchas enfermedades, pueden ocasionar daños irreversibles.

Causas de insuficiencia renal crónica

  • Hipertensión arterial.
  • Obstrucción del tracto urinario.
  • Glomerulonefritis.
  • Anomalías de los riñones, como la enfermedad poliquística renal.
  • Diabetes mellitus.
  • Trastornos autoinmunitarios, como el lupus eritematoso sistémico.

Síntomas

En la insuficiencia renal crónica, los síntomas se desarrollan lentamente. Al inicio están ausentes y la alteración del riñón sólo se puede detectar con análisis de laboratorio. Una persona con insuficiencia renal entre ligera y moderada presenta sólo síntomas leves a pesar del aumento de la urea (un producto metabólico de desecho) en la sangre. En este estadio, puede sentirse la necesidad de orinar varias veces durante la noche (nicturia) porque los riñones no pueden absorber el agua de la orina para concentrarla como lo hacen normalmente en la noche. Como resultado, el volumen de orina al cabo del día es mayor. En las personas que padecen insuficiencia renal a menudo aparece hipertensión arterial porque los riñones no pueden eliminar el exceso de sal y agua. La hipertensión arterial puede conducir a un ictus (accidente cerebral vascular) o una insuficiencia cardíaca.

Cómo la insuficiencia renal crónica afecta la sangre

  • Concentraciones aumentadas de urea y creatinina
  • Anemia
  • Incremento de la acidez de la sangre (acidosis)
  • Concentración disminuida de calcio
  • Concentración incrementada de fosfato
  • Concentración aumentada de la hormona paratiroidea
  • Concentración disminuida de vitamina D
  • Concentración normal o ligeramente incrementada de potasio

A medida que la insuficiencia renal evoluciona y se acumulan sustancias tóxicas en la sangre, el sujeto comienza a sentirse pesado, se cansa fácilmente y disminuye su agilidad mental. Conforme aumenta la formación de sustancias tóxicas, se producen síntomas nerviosos y musculares, como espasmos musculares, debilidad muscular y calambres. También puede experimentarse una sensación de hormigueo en las extremidades y perderse la sensibilidad en ciertas partes. Las convulsiones (ataques epilépticos) se pueden producir como resultado de la hipertensión arterial o de las alteraciones en la composición química de la sangre que provocan el mal funcionamiento del cerebro. La acumulación de sustancias tóxicas afecta también al aparato digestivo, provocando pérdida del apetito, náuseas, vómitos, inflamación de la mucosa oral (estomatitis) y un sabor desagradable en la boca. Estos síntomas pueden llevar a la desnutrición y a la pérdida de peso. Los sujetos que padecen una insuficiencia renal avanzada desarrollan frecuentemente úlceras intestinales y hemorragias. La piel puede volverse de color marrón amarillento y, en algunas ocasiones, la concentración de urea es tan elevada que se cristaliza en el sudor, formando un polvo blanco sobre la piel (escarcha urémica). Algunos de los que sufren de insuficiencia renal crónica tienen picores generalizados muy molestos.

Diagnóstico

La insuficiencia renal crónica se diagnostica mediante un análisis de sangre. La sangre se caracteriza por volverse moderadamente ácida (acidosis). Dos productos metabólicos de desecho, la urea y la creatinina, que normalmente son filtrados por los riñones, se acumulan en la sangre. La concentración de calcio disminuye y aumenta la de fosfato. La concentración de potasio en la sangre es normal o sólo ligeramente incrementada pero puede volverse peligrosamente alta. El volumen de orina tiende a permanecer estable, generalmente de 1 a 4 litros diarios, independientemente de la cantidad de líquido consumido. Por lo general, el sujeto tiene una moderada anemia. Los análisis de orina pueden detectar muchas alteraciones, tanto de las células como de la concentración de sales.

Pronóstico y tratamiento

Por lo común, la insuficiencia renal crónica tiende a agravarse independientemente del tratamiento, y si no se trata es mortal. La diálisis o el trasplante de riñón pueden salvar la vida del paciente.
Los cuadros que causan o agravan la insuficiencia renal se deben corregir lo más pronto posible. Estas acciones comprenden: la corrección de los desequilibrios de sodio, agua y acidobásico, la eliminación de las sustancias tóxicas de los riñones, el tratamiento de la insuficiencia cardíaca, la hipertensión arterial, las infecciones, las concentraciones elevadas de potasio o de calcio en la sangre (hipercalcemia) y cualquier posible obstrucción del flujo de orina.
Un ajuste minucioso de la dieta ayuda a controlar la acidosis y el aumento de las concentraciones de potasio y fosfato en la sangre. Una dieta pobre en proteínas (0,2 a 0,4 gramos por 0,5 kilogramo del peso corporal ideal) puede disminuir el aumento de la concentración de iones que se presenta al pasar la insuficiencia renal crónica a una insuficiencia renal terminal, momento en el cual es necesario efectuar la diálisis o el trasplante de riñón. Los diabéticos por lo general necesitan uno de estos tratamientos más temprano que los que no padecen esta enfermedad. Cuando la dieta es muy estricta o cuando se debe comenzar la diálisis, se recomienda un suplemento que contenga vitaminas del grupo B y vita-mina C.
La elevada concentración de triglicéridos en la sangre, hecho frecuente entre los que sufren de insuficiencia renal crónica, aumenta los riesgos de ciertas complicaciones tales como accidentes vasculares cerebrales y ataques cardíacos. Los fármacos como el gemfibrozilo pueden reducir los valores de los triglicéridos, aunque no se ha demostrado aún que estos fármacos disminuyan las complicaciones cardiovasculares.
Durante el curso de la insuficiencia renal, las alteraciones de la sed normalmente determinan la cantidad de agua consumida. A veces se restringe el consumo de agua para impedir que la concentración de sodio en la sangre disminuya demasiado. Habitualmente no se limita el consumo de sal (sodio) a menos que haya acumulación de líquidos en los tejidos (edema) o aparezca hipertensión arterial. Se deben evitar los alimentos con un alto contenido de potasio, como por ejemplo los sustitutos de la sal, y una elevada concentración de potasio en la sangre (hiperpotasemia) es peligrosa porque aumenta el riesgo de arritmias y de paro cardíaco. Si el valor del potasio se elevara demasiado, se pueden suministrar fármacos como el sulfonato de poliestireno sódico, que se adhiere al mismo haciendo que sea eliminado con las heces; sin embargo, a veces se requiere la diálisis de emergencia.
La formación de los huesos se puede ver afectada si determinadas circunstancias persisten durante mucho tiempo. Estas circunstancias son la existencia de una concentración baja de calcitriol (un derivado de la vitamina D), un escaso consumo y absorción de calcio y las concentraciones elevadas de fosfato y hormona paratiroidea en la sangre. La concentración de fosfatos en la sangre se controla con la restricción del consumo de alimentos ricos en fósforo, como los productos lácteos, el hígado, las legumbres, las nueces y la mayoría de las bebidas no alcohólicas. Los fármacos que se adhieren a los fosfatos, como el carbonato de calcio, el acetato de calcio y el hidróxido de aluminio (un antiácido corriente), ingeridos por vía oral, pueden también ser de ayuda.
La anemia es causada por la incapacidad de los riñones de producir cantidades suficientes de eritropoyetina (una hormona que estimula la producción de glóbulos rojos). La anemia responde lentamente a la epoetina, un fármaco inyectable. Se efectúan transfusiones de sangre sólo cuando la anemia es grave o provoca síntomas. Los médicos también buscan otras causas de anemia, en particular las deficiencias de ciertos nutrientes en la dieta como el hierro, el ácido fólico (folato) y la vitamina B12, o un exceso de aluminio en el organismo.
La tendencia a la hemorragia en la insuficiencia renal crónica se puede evitar transitoriamente mediante transfusiones de glóbulos rojos o plaquetas, o bien administrando fármacos como la desmopresina o los estrógenos. Dicho tratamiento puede ser necesario tras una herida o antes de efectuar un procedimiento quirúrgico o una extracción de un diente.
Los síntomas de la insuficiencia cardíaca, que con frecuencia son el resultado del exceso de sodio y de la retención de agua, mejoran si se reduce la cantidad de sodio en la dieta. Los diuréticos furosemida y bumetamina también pueden ser eficaces, incluso cuando la función renal es escasa. Los aumentos moderados o graves de la presión arterial se tratan con fármacos antihipertensivos corrientes para impedir el deterioro del funcionamiento cardíaco y renal.
Cuando los tratamientos iniciales para la insuficiencia renal ya no son eficaces, se considera la diálisis a largo plazo o el trasplante de riñón.

Diálisis

La diálisis es el proceso de extracción de los productos de desecho y del exceso de agua del cuerpo.
Hay dos métodos de diálisis: la hemodiálisis y la diálisis peritoneal. En la hemodiálisis se extrae la sangre del cuerpo y se bombea al interior de un aparato que filtra las sustancias tóxicas, devolviendo a la persona la sangre purificada. La cantidad de líquido devuelto se puede ajustar.
En la diálisis peritoneal se infunde dentro de la cavidad abdominal un líquido que contiene una mezcla especial de glucosa y sales que arrastra las sustancias tóxicas de los tejidos. Luego se extrae el líquido y se desecha. La cantidad de glucosa se puede modificar para extraer más o menos líquido del organismo.

Razones para efectuar una diálisis

Los médicos deciden comenzar la diálisis cuando la insuficiencia renal causa un funcionamiento anormal del cerebro (encefalopatía urémica), inflamación de la envoltura del corazón (pericarditis), elevada acidez de la sangre (acidosis) que no responde a otros tratamientos, insuficiencia cardíaca o una concentración muy elevada de potasio en la sangre (hiperpotasemia). La reversión de los síntomas de alteración del funcionamiento cerebral causados por insuficiencia renal, una vez iniciada la diálisis, por lo general necesita varios días y, en raras ocasiones, hasta 2 semanas de tratamiento.
Muchos médicos usan la diálisis de forma preventiva en caso de insuficiencia renal aguda, cuando la producción de orina es baja, y continúan el tratamiento hasta que los análisis de sangre indiquen que la función renal se está recuperando. En el caso de una insuficiencia renal crónica, se puede comenzar con la diálisis cuando las pruebas indican que los riñones no están extrayendo los productos de desecho de modo suficiente, o cuando la persona ya no puede llevar a cabo sus actividades diarias habituales.
La frecuencia de las sesiones de diálisis varía de acuerdo con el nivel de función renal restante, pero habitualmente se requiere diálisis tres veces por semana. Un programa de diálisis permite llevar una vida razonablemente normal, ingerir una dieta adecuada, disponer de un recuento aceptable de glóbulos rojos, tener una presión arterial normal y no desarrollar ninguna lesión nerviosa. Se puede usar la diálisis como terapia a largo plazo para la insuficiencia renal crónica o como medida provisional hasta que se pueda efectuar un trasplante de riñón. En los casos de insuficiencia renal aguda, la diálisis se puede necesitar sólo durante unos pocos días o semanas, hasta que se restablezca la función renal.
También se puede usar la diálisis para eliminar ciertos medicamentos o tóxicos del organismo. La persona sobrevive con frecuencia a la intoxicación si se le proporciona asistencia respiratoria y cardíaca inmediata mientras el tóxico es neutralizado.

Problemas

Los pacientes que se someten a diálisis necesitan dietas y fármacos especiales. Debido al escaso apetito y a la pérdida de proteínas durante la diálisis peritoneal, estas personas necesitan por lo general una dieta relativamente rica en proteínas, alrededor de 0,5 gramo de proteína diaria por cada kilo de peso ideal. Para los que están en hemodiálisis, la ingestión de sodio y potasio se debe reducir a 2 gramos al día de cada uno. También se debe restringir el consumo de alimentos ricos en fósforo. El consumo diario de bebidas se limita solamente en aquellos individuos que tienen una concentración persistentemente baja o decreciente de potasio en la sangre. Es importante controlar el peso a diario, puesto que un aumento excesivo de peso entre las sesiones de hemodiálisis sugiere un consumo exagerado de líquido. Para las personas en diálisis peritoneal, las restricciones de potasio (4 gramos al día) y de sodio (de 3 a 4 gramos diarios) son menos severas.
Se necesitan suplementos multivitamínicos y de hierro para sustituir los nutrientes que se pierden a través de la diálisis. Sin embargo, las personas sometidas a diálisis y también a transfusiones de sangre, a menudo reciben demasiado hierro ya que la sangre contiene grandes cantidades de este mineral; por consiguiente, no deben tomar suplementos del mismo. Se pueden suministrar hormonas, como la testosterona o la eritropoyetina, para estimular la producción de glóbulos rojos. Los compuestos que adhieren el fosfato, como el carbonato de calcio o el acetato de calcio, se utilizan para eliminar el exceso de fosfato.
La baja concentración de calcio en la sangre o una enfermedad ósea por hiperparatiroidismo severo, se pueden tratar con calcitriol (una forma de vitamina D) y suplementos de calcio.
La hipertensión arterial es frecuente entre los sujetos que sufren de insuficiencia renal. En aproximadamente la mitad de ellos se puede controlar simplemente mediante la extracción de suficiente líquido durante la diálisis. La otra mitad puede necesitar fármacos para disminuir la presión arterial.
A los pacientes que necesitan diálisis crónica, los tratamientos regulares los mantienen con vida. Sin embargo, a menudo la diálisis causa estrés porque las sesiones se hacen varias veces por semana y duran varias horas.
Las personas sometidas a diálisis pueden experimentar limitaciones en todos los aspectos de su vida. La potencial pérdida de independencia puede llegar a ser especialmente frustrante. Estas personas están bajo la dependencia del equipo de terapia. Los pacientes sometidos a hemodiálisis necesitan que su transporte a los centros de tratamiento sea organizado de modo regular, porque deben tener un acceso ininterrumpido a esta terapia. Las sesiones de diálisis, planificadas a menudo según la conveniencia de otros, influyen en los horarios laborales o escolares y en las actividades de ocio. Un puesto de trabajo a tiempo completo podría llegar a ser algo imposible. Las personas sometidas a diálisis pueden necesitar una ayuda por parte de la comunidad para hacer frente a los costos elevados del tratamiento, de los fármacos, de las dietas especiales y del transporte. Las personas de edad sometidas a diálisis pueden volverse más dependientes de sus hijos o pueden ser incapaces de vivir solas. A menudo, tienen que modificarse las responsabilidades y los roles establecidos para adaptarlos a la rutina de la diálisis, creando estrés y sentimientos de culpa e incapacidad.
Las personas en diálisis se enfrentan también a alteraciones estresantes de su propia imagen y de las funciones corporales. Los niños con problemas de crecimiento pueden sentirse aislados y distintos a sus compañeros. Los jóvenes y los adolescentes que normalmente se cuestionan sobre su propia identidad, la independencia y su imagen corporal, pueden encontrar mas problemas de este tipo, si están sometidos a diálisis.
Como consecuencia de estas pérdidas, muchas personas que están en diálisis se deprimen y se vuelven ansiosas. No obstante, la mayoría de los sujetos se adaptan a la diálisis. La manera como las personas en programa de diálisis (así como su equipo de terapia) se enfrenten a estos problemas afecta no solamente a su adaptación social sino también a su supervivencia a largo plazo. Los problemas psicológicos y sociales por lo general disminuyen cuando los programas de diálisis motivan a las personas a ser independientes y a asumir de nuevo sus intereses anteriores.
La asistencia psicológica y de trabajo social es útil tanto a las familias como a las personas en programa de diálisis, en los casos de depresión, problemas de comportamiento y circunstancias que impliquen pérdidas o modificaciones de las costumbres. Estos equipos están formados por asistentes sociales, psicólogos y psiquiatras. Muchos centros de diálisis brindan apoyo psicológico y social.

Hemodiálisis

La hemodiálisis es un procedimiento mediante el cual se extrae la sangre del cuerpo y se hace circular a través de un aparato externo denominado dializador; se requiere acceder de forma repetida al flujo sanguíneo. Para facilitar este acceso se efectúa quirúrgicamente una conexión artificial entre una arteria y una vena (fístula arteriovenosa).
En la hemodiálisis, la sangre sale por un tubo conectado a la fístula arteriovenosa (A-V) y se bombea al dializador. Durante el procedimiento, se utiliza heparina, un fármaco que evita la coagulación de la sangre e impide que se coagule en el dializador. Dentro del dializador, una membrana porosa artificial separa la sangre del líquido (líquido de diálisis), cuya composición química es similar a los líquidos normales del cuerpo. La presión en el compartimiento del líquido de diálisis es más baja que la del compartimiento de la sangre, permitiendo así que el líquido, los productos de desecho y las sustancias tóxicas de la sangre se filtren a través de la membrana que separa ambos compartimientos. Sin embargo, las células sanguíneas y las proteínas de gran tamaño son demasiado grandes para filtrarse a través de los pequeños poros de la membrana. La sangre dializada (purificada) es devuelta al organismo.
Los dializadores tienen diversos tamaños y diversos grados de eficacia. Las unidades más modernas son muy eficaces, permitiendo que la sangre fluya más rápidamente y acortando el tiempo de la diálisis, por ejemplo, de 2 a 3 horas, tres veces por semana, en comparación con las 3 a 5 horas, tres veces por semana, necesarias con las unidades más antiguas. Los que padecen insuficiencia renal crónica, por lo general, necesitan hemodiálisis tres veces por semana para mantenerse en buen estado de salud.

Posibles complicaciones de la hemodiálisis

Complicación Causa
Fiebre Bacterias o sustancias que causan fiebre (pirógenos) en el flujo sanguíneo. Dialisato recalentado.
Reacciones alérgicas potencialmente mortales (anafilaxis) Alergia a una sustancia del aparato.
Hipotensión arterial Extracción de demasiado fluido.
Ritmos cardíacos anormales Valores anómalos del potasio y de otras sustancias en la sangre.
Émbolos de aire Aire que penetra en la sangre en el aparato
Hemorragia en el intestino, el cerebro, los ojos o el abdomen Se utiliza la heparina para impedir la coagulación en el aparato.

Diálisis peritoneal

En la diálisis peritoneal, el peritoneo, una membrana que reviste el abdomen y recubre los órganos abdominales, actúa como un filtro permeable. Esta membrana posee una extensa superficie y una rica red de vasos sanguíneos. Las sustancias provenientes de la sangre pueden filtrarse fácilmente a través del peritoneo al interior de la cavidad abdominal si las condiciones son favorables. El líquido se infunde a través de un catéter que penetra a través de la pared abdominal hasta el espacio peritoneal, en el interior del abdomen. Dicho líquido debe permanecer en el abdomen durante un tiempo suficiente para permitir que las materias de desecho provenientes del flujo sanguíneo pasen lentamente hacia él. Luego se saca el líquido, se desecha y se reemplaza con otro nuevo.
Por lo general se usa un catéter blando de goma de silicona o de poliuretano poroso porque permite que el líquido fluya uniformemente y es improbable que cause lesiones. Si el catéter se instala por un período corto de tiempo, se puede colocar cuando el paciente está en la cama. Si es permanente, se debe colocar en la sala de operaciones. Existe un tipo de catéter que finalmente se cierra con la piel y que se puede dejar tapado cuando no se usa.
Para la diálisis peritoneal se utilizan varias técnicas. En la más simple, la diálisis peritoneal manual intermitente, las bolsas que contienen el líquido se calientan a la temperatura del cuerpo; el líquido se infunde dentro de la cavidad peritoneal por espacio de 10 minutos, se deja permanecer allí entre 60 y 90 minutos y luego se extrae durante 10 a 20 minutos. El tratamiento completo puede necesitar 12 horas. Esta técnica se usa sobre todo para tratar la insuficiencia renal aguda.

Dialisis

Comparación entre la hemodiálisis y la diálisis peritoneal 
Cuando los riñones fallan, se pueden extraer los productos de desecho y el exceso de agua de la sangre por hemodiálisis o diálisis peritoneal. En la hemodiálisis, la sangre se extrae del cuerpo y se hace circular a través de un aparato denominado dializador que filtra la sangre.
En la diálisis peritoneal, el peritoneo, una membrana en el abdomen, se usa como filtro.
En la hemodiálisis, se crea quirúrgicamente una conexión entre una arteria y una vena (una fístula arteriovenosa), para facilitar la extracción y el retorno de la sangre. La sangre fluye a través de un tubo conectado a la fístula dentro del dializador.
En el interior del dializador, una membrana artificial separa la sangre de un fluido (el dialisato) que es similar a los fluidos normales del cuerpo. El fluido, los productos de desecho y las sustancias tóxicas de la sangre se filtran a través de la membrana dentro del dialisato. La sangre purificada es devuelta al cuerpo del paciente.
En la diálisis peritoneal, se introduce un catéter a través de una pequeña incisión en la pared abdominal hacia el espacio peritoneal. El dialisato drena por el efecto de la gravedad o se bombea a través del catéter y se deja en el espacio un tiempo lo suficientemente largo como para permitir que los productos de desecho provenientes del flujo sanguíneo se filtren a través del peritoneo dentro del dialisato. Luego el dialisato se drena, se lo descarta y se reemplaza.

La diálisis peritoneal intermitente automatizada se puede realizar en casa, eliminando la necesidad de una asistencia de enfermería constante. Un dispositivo con reloj automático bombea el líquido hacia dentro y hacia fuera de la cavidad peritoneal. Por lo general, se coloca el ciclador en el momento de acostarse para que la diálisis se realice durante el sueño. Estas terapias necesitan realizarse 6 o 7 noches por semana.
En la diálisis peritoneal continua a domicilio, el líquido se deja en el abdomen durante intervalos muy prolongados. Normalmente, el líquido se saca y se repone cuatro o cinco veces al día, se recoge en bolsas de cloruro de polivinilo que se pueden doblar cuando están vacías, se colocan dentro de una funda y pueden utilizarse para un drenaje subsiguiente sin ser desconectadas del catéter. Generalmente se efectúan tres de estos intercambios de líquido durante el día, a intervalos de 4 horas o más. Cada intercambio precisa entre 30 y 45 minutos. Un tiempo de intercambio más prolongado (de 8 a 12 horas) se lleva a cabo por la noche, durante el sueño.
Otra técnica, la diálisis peritoneal continua asistida con un ciclador, utiliza un ciclador automático para realizar intercambios breves por la noche durante el sueño, mientras que los intercambios más extensos se llevan a cabo durante el día, sin el ciclador. Esta técnica minimiza el número de intercambios durante el día, pero impide la movilidad por la noche debido a que el equipo es voluminoso.

Complicaciones

Aunque muchas personas se someten a la diálisis peritoneal durante años sin problemas, a veces se pueden presentar complicaciones. Se puede producir una hemorragia en el punto donde el catéter sale del cuerpo o en el interior del abdomen, o se puede perforar un órgano interno durante la colocación del mismo. El líquido se puede extravasar y salir alrededor del catéter o ir hacia el interior de la pared abdominal. El paso del líquido se puede obstruir por la presencia de coágulos u otros residuos.
Sin embargo, el problema más grave de la diálisis peritoneal es la posibilidad de infección. Ésta puede localizarse en el peritoneo, la piel donde se ubica el catéter o la zona que lo circunda, causando un absceso. La infección por lo general se produce por un error en la técnica de esterilización en algún paso del procedimiento de la diálisis. Habitualmente, los antibióticos pueden eliminarla; de lo contrario, es probable que se deba extraer el catéter hasta que se cure la infección.
Otros problemas pueden asociarse con la diálisis. Es frecuente que haya una baja concentración de albúmina en la sangre (hipoalbuminemia). Las complicaciones raras comprenden la aparición de cicatrices en el peritoneo (esclerosis peritoneal), dando como resultado una obstrucción parcial del intestino delgado, concentraciones por debajo de lo normal de la hormona tiroidea (hipotiroidismo) y ataques epilépticos. También es raro que aparezca un elevado valor de azúcar (glucosa) en la sangre (hiperglucemia), excepto en los pacientes que sufren de diabetes. En aproximadamente el 10 por ciento de los pacientes se producen hernias abdominales e inguinales.
Los pacientes sometidos a diálisis peritoneal pueden ser propensos al estreñimiento, lo que interfiere con la salida del líquido por el catéter. Por consiguiente, es posible que necesiten tomar laxantes o sustancias que ablanden la consistencia de las heces.
Generalmente, la diálisis peritoneal no se efectúa en aquellas personas que tienen infecciones de la pared abdominal, conexiones anormales entre el pecho y el abdomen, un injerto de un vaso sanguíneo recientemente colocado en el interior del abdomen, o una herida abdominal reciente.

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