RIÑÓN Y CORAZÓN
La relación entre nefropatía y enfermedad cardiovascular parece clara. Aunque desde muchos años se ha creído que la enfermedad renal era un problema que afectaba sólo al riñón, diversos estudios han mostrado que existe una verdadera conexión con el corazón: la enfermedad de un órgano puede suponer la enfermedad del otro órgano. Poco importa donde empiece el mal, porque en general se verán afectados los dos.
El síndrome cardiorenal es un estado en el cual el tratamiento para aliviar la insuficiencia cardíaca está limitado por un empeoramiento de la función renal. Hay una interrelación entre el corazón y el riñón, de tal forma que cada uno de los órganos disfuncionantes, o su tratamiento específico, pueden iniciar y perpetuar el fallo en el otro órgano, por medio de una serie de mencanismos hemodinámicos, neurohumorales e inmunológicos.
La insuficiencia renal leve es un factor de riesgo para la enfermedad cardiovascular tan importante como la diabetes
En el caso de que la enfermedad se inicie en el riñón, el enfermo renal tendrá en un 95% de los casos HTA y en un 85% afectación cardiovascular (de hecho, el riñón está implicado en el origen de la hipertensión y es fundamental en su perpetuación). Si, por el contrario, la enfermedad que se diagnostica es una insuficiencia cardiaca congestiva, que se produce cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre rica en oxígeno a los tejidos del organismo, lo más probable es que no llegue suficiente sangre al riñón. Éste, en consecuencia, no podrá llevar a cabo normalmente su función de filtrado.
La hipertensión puede ser causa y consecuencia de la enfermedad renal, es decir va a producir daño sobre la función de los riñones y, a su vez, cuando estos fallan se puede descontrolar más la tensión arterial. Desde estadios muy iniciales, la insuficiencia renal se ha riesgo cardiovascular que es una de las causas de muerte en los pacientes con ERC. Es por ello que el tratamiento de los pacientes con ERC debería cumplir un doble objetivo: prevenir o retrasar la progresión de la enfermedad renal,y minimizar la morbimortalidad precoz asociada a la patología vascular. Como los factores de riesgo para sufrir las dos enfermedades son los mismos, el tratamiento debe basarse en un estricto control de estos: cuidar los niveles de HTA, el sobrepeso, el colesterol y la diabetes, así como establecer normas de vida sana.
El paciente debe implicarse mucho más en su enfermedad y en saber lo que tiene, definir exactamente qué le puede ir bien o mal, proteger su función renal y cumplir las recomendaciones dietéticas y de tratamiento. Lo más controlable para el enfermo son las medidas higiénico-dietéticas, que principalmente consiguen reducir la presión arterial, uno de los principales factores de riesgo de ERC.
El abandono del tabaco, el consumo moderado de alcohol, la restricción de la sal en la dieta, el ejercicio físico moderado y la pérdida de peso son las principales medidas. Una dieta saludable es otro de los elementos importantes. La dieta saludable se ha de adaptar a la etapa de la enfermedad en la que se encuentre esa persona.