¿ PUEDE LA HEPATITIS ACABAR EN UN TRASPLANTE ?


¿ PUEDE LA HEPATITIS ACABAR EN UN TRASPLANTE ?



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© iStockphoto
Desde bien pequeños oímos hablar sobre el virus de la hepatitis. De hecho, hoy en día, nada más dar a luz, en el paritorio se pone la vacuna de la hepatitis B a los recién nacidos. Es una enfermedad que nos suena muy familiar, pero ¿realmente sabemos en qué consiste? ¿O cuántos tipos hay? ¿Crees que conoces bien todas sus consecuencias? ¿Sabes por qué es tan importante prevenirla? En este artículo vamos a tratar de explicarte en profundidad todos los detalles sobre esta enfermedad.
¿Qué es realmente la hepatitis?
No es ni más ni menos que una inflamación del hígado que puede producirse por diferentes causas: consumo de alcohol, intoxicación por medicamentos o setas, reacciones del sistema inmune o infecciones por virus.
Hay distintos virus capaces de provocar hepatitis, concretamente seis, los virus A, B, C, D, E y G. La mayoría pueden ser similares en cuanto a algunos síntomas, pero en realidad son muy distintos en cuanto a causas y consecuencias.
Hoy queremos hablarte de la hepatitis C puesto que es la que más problemas hepáticos crónicos provoca, llegando a ser la causa principal de trasplante por cirrosis.
¿Cómo se contrae el virus de la hepatitis C?
Se transmite de persona a persona, por el intercambio de fluidos corporales y sangre. Para que te hagas una idea de qué tipo de situaciones puede llegar a provocar una infección por el virus de la hepatitis C, aquí te damos algunos ejemplos.
– Relaciones sexuales sin protección con personas infectadas (este riesgo aumenta además si se padece también VIH).
– Embarazo y parto. El virus se transmite de la madre al feto. El riesgo de transmisión es del 2% y aumenta hasta al 4-7% para los hijos de madres con RNA (ácido ribonucleico) positivo en el momento del parto.
– Transfusiones sanguíneas. No te alarmes al leer esto, porque en la actualidad es una vía de contagio muy poco frecuente. Ten en cuenta que las mejoras que se han dado en la gestión de los bancos de sangre han sido muchas y que los controles a los que se somete a la sangre actualmente son muy estrictos.
– Pinchazos accidentales con agujas utilizadas por personas que padezcan esta enfermedad. Algo poco frecuente también. Sobre todo se da en ambientes hospitalarios.
Por otra parte, aunque no se deben compartir cepillos de dientes, máquinas de afeitar y objetos que puedan estar contaminados, lo que sí parece demostrado es que los besos, los abrazos o el contacto casual no aumentan el riesgo de contagio.
¿Qué síntomas presenta?
La primera fase tras el contagio se denomina hepatitis C aguda y no suele venir acompañada de ningún síntoma. En el 70% de los casos, de esa fase se pasa a la hepatitis C crónica, que si no se trata se puede convertir en una enfermedad larga, una enfermedad incluso para siempre. Los síntomas en esta etapa pueden seguir ausentes o manifestarse en forma de cansancio, náuseas, falta de apetito o debilidad.
Si no presenta síntomas, ¿por qué es tan grave la hepatitis C?
El virus de la hepatitis C va dañando el hígado poco a poco produciendo una especie de cicatrices que llamamos fibrosis. En un principio el hígado tiene capacidad para ir regenerándose, pero llega un momento en el que no puede seguir haciéndolo y la fibrosis se extiende hasta llegar a producir cirrosis.
¿Tiene cura?
Lo cierto es que la hepatitis C puede ser tratada con algunos fármacos antivirales, aunque no siempre están indicados y hay que valorar el beneficio-riesgo para la persona. Dependiendo del genotipo del virus, se utilizan unos fármacos u otros y las posibilidades de cura pueden llegar a ser hasta del 80% en algunos casos.
¿Qué es la cirrosis y cómo se manifiesta?
Cirrosis es una palabra que utilizamos para definir el estado en el que se encuentra un hígado que presenta muchas cicatrices y que, por lo tanto, no puede funcionar correctamente. Al no poder filtrar, la sangre se va acumulando hacia atrás, aumentando la presión y produciendo varices. Cuando aumenta demasiado esta presión, las varices pueden provocar sangrados en el estómago y el esófago.
El hígado dañado maneja peor las proteínas y esto hace que se acumulen líquidos en las piernas, en el abdomen y en los pulmones, además de producir malnutrición, cansancio, picores e incluso color amarillo en la piel por el aumento de la bilirrubina.
En estadios avanzados, cuando el hígado es incapaz de filtrar las toxinas, se puede producir encefalopatía por acumulación de sustancias tóxicas, algo que puede llevar al delirio, a la confusión e incluso al coma.
Una de las complicaciones más temidas de la cirrosis es el cáncer de hígado.
¿Qué me puede ocurrir si desarrollo cirrosis?
La cirrosis no tiene cura, pero sí que se pueden manejar sus complicaciones y tratar de evitarlas. Para ello habrá que evitar el consumo de alcohol, de medicinas que dañen el hígado como el paracetamol y algunos antiinflamatorios, hacer ejercicio y llevar una dieta de protección hepática. También es conveniente realizarse revisiones periódicas para valorar el desarrollo de varices, detectar y tratar la ascitis (presión baja en los vasos sanguíneos del hígado) y descubrir a tiempo el hepatocarcinoma (cáncer de hígado).
¿Puede la cirrosis acabar en un trasplante?
La cirrosis puede mantenerse estable durante muchos años, sobre todo si se corta de raíz con la causa que la provocó y se cuida mucho el hígado. Sin embargo, hay algunos casos en los que la enfermedad avanza y la única manera de mejorar es sustituir el hígado.
Únicamente entran en lista de espera las personas con una cirrosis muy avanzada que cumplen unos criterios muy estrictos. En estos casos el pronóstico con el trasplante mejora de forma espectacular.
A día de hoy la hepatitis C tiene muy buen pronóstico con un tratamiento, aunque la mejor manera de evitar complicaciones es evitarla desde el principio, evitando los contactos de riesgo con sangre contaminada y las relaciones sexuales sin protección.

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