RESONANCIA INFORMATIVA
Hasta ahora las guías nutricionales oficiales de Estados Unidos recomiendan limitar la ingesta de colesterol a 300 mg por día, aproximadamente el contenido en dos huevos. Pero un comité de expertos, tras revisar decenas de estudios, ha propuesto eliminar esas advertencias sobre el colesterol de la dieta, argumentando que no han encontrado vínculos con peligrosos niveles de colesterol sérico. “No es un nutriente del que nos deba preocupar su consumo excesivo”, dicen en su informe, que lo utilizará el Departamento de Salud de Estados Unidos para redactar las normas dietéticas de 2015 que se actualizan cada cinco años.
Durante décadas, expertos y autoridades sanitarias han alertado contra el consumo de alimentos ricos en colesterol, como la carne roja y los huevos, por el riesgo de enfermedades cardiacas y obesidad. Pero cada vez más investigadores y nutricionistas perciben la ausencia de vínculos entre el colesterol dietético y el sérico. “Muchos hemos creído desde hace tiempo que las directrices dietéticas apuntaban en la dirección equivocada”, ha dicho Steven Nissen, director del Departamento de Medicina Cardiovascular de la Clínica Cleveland.
Annals of Internal Medicine publicó en marzo del año pasado un polémico metanálisis sobre el riesgo cardiaco de la grasa saturada, la de la carne roja y los lácteos. Promovido por la Fundación Británica del Corazón y efectuado en las universidades de Cambridge, Oxford y Harvard, entre otras, concluía, tras analizar 76 estudios con casi 650.000 pacientes, que “las pruebas actuales no respaldan con claridad las guías cardiovasculares que aconsejan un consumo elevado de ácidos grasos polinsaturados y un bajo consumo de grasas saturadas”. Y el mes pasado, la revista Open Heart, del grupo del British Medical Journal, publicaba otra revisión, dirigida por Zoë Harcombe, de la Universidad del Oeste de Escocia, de seis ensayos relevantes que cubrían siete regímenes dietéticos diferentes en 2.467 hombres; efectuados antes de 1983, analizaban la relación entre grasa en la dieta, colesterol sérico y desarrollo de enfermedad coronaria; sirvieron en parte para fundamentar los peligros del colesterol. El reanálisis no ha visto diferencias significativas en las tasas de muerte entre esas intervenciones; y el colesterol sérico no bajó significativamente en los grupos tratados. “Aquellos consejos dietéticos no solo necesitan revisarse; es que no deberían haberse introducido”, dicen rotundos los autores.
Aunque hay mayor consenso en los estudios con respecto a los perjuicios del exceso de carne roja y de las grasas trans -de los alimentos procesados-, las evidencias flaquean con las grasas saturadas, como las de algunos lácteos, y el colesterol de los huevos. El influjo de la flora intestinal y otros factores genéticos y ambientales en la recepción de los alimentos, así como la composición variable de cada producto, modifican también las cambiantes ecuaciones nutricionales. Esta revisión enlaza con la polémica del año pasado sobre las directrices americanas con respecto a los niveles adecuados de colesterol: aplicadas estrictamente, la mitad de la población debería tomar estatinas. Más prudente, la European Heart Association invitó a personalizar esas cifras en función de otros factores.